
Las Instituciones penitenciarias tienen como finalidad procurar la reintegración social de las personas privadas de libertad, su reincorporación a la vida en libertad con capacidad y voluntad de vivir respetando las normas que rigen la convivencia social.
En la consecución de este objetivo adquieren especial relevancia la oferta de actividades, los programas específicos de tratamiento y las prestaciones que se dirigen a paliar, en lo posible, las carencias y problemas que las personas presentan al ingreso en prisión y que sirven como instrumentos de trasformación, evolución y desarrollo de nuevas aptitudes y fortalecimiento de capacidades. Esto, además de requerir conocer las circunstancias que concurran en cada persona, requiere también conectar con las necesidades de cambio estructural de la sociedad y en este sentido, no puede la actividad penitenciaria seguir transcurriendo a espaldas de la políticas de igualdad, sino que debe incorporar la perspectiva de género y tener siempre en cuenta, en todas sus actuaciones, a la mujer privada de libertad.